Para Jorge
Miró con aquellos ojos que abrían puertas y aventaban cenizas. No hizo falta hablar. Levantó la cabeza suavemente y descubrí que el silencio de unos ojos emite sonidos imprevistos que sólo entiende el corazón. Y cerré las ventanas y mis brazos para que aquel sonido permaneciera para siempre.
Y se quedó allí, impregnando mis ropas y mi piel.
Deslizó su mano firme…, suave, mitad contención, mitad deseo… Dejando libre el cariño dibujado en cada línea de sus dedos. Recorrió mi brazo y mi esperanza. Y la mañana, se llenó de olor a limón, a menta y regaliz.
Y se quedó allí impregnando mis ropas y mi piel.
Sonó como suena el viento en el verano: libre, fuerte, cálida. Sonrió con él la tarde y el camino, el banco y cada árbol. Brilló como nunca aquél punto rojo, y un abrazo de azules envolvió aquella risa.
Y se quedó allí impregnando mis ropas y mi piel.
22 de septiembre de 2003
Han pasado ya casi 17 años desde que lo escribiste, pero me sigue emocionando cada vez que lo leo. Espero que continúes sintiendo y disfutando la vida tan intensamente. En mi caso es así, cada día…