Regalo de Reyes

Todo empezó en aquella bañera. Ella fue testigo y protagonista de muchas de mis horas. Han pasado varios años y todavía no sé a qué era debido pero bajo aquel agua caliente, con olor a jazmín, entre espumas de ese mar inventado, he vivido grandes momentos. Incluso era allí donde tenía mis mejores ideas que luego serían poemas o cuentos que me permitían expresar lo que a veces no podía hacer de otro modo.

Aquel día estaba disfrutando del placer que da pensar que no tienes nada que hacer más que dejarte llevar. Una vez más, había colocado a los pies, encima de un pequeño saliente, todos mis tesoros: sales, aceites, cremas… El agua era de color verdeazulado y, al tocarla, se notaba una suavidad especial. Antes de entrar en aquel líquido caliente y oloroso, había decidido pintarme los ojos, los labios y recoger mi pelo en un moño medio deshecho. Colgado en una percha estaba un camisón. El camisón más sexy que tenía. No era nada especial, pero su tela de melocotón se confundía con la piel cuando él me acariciaba. Era una tela blanda, que parecía no querer despegarse de la piel hasta que llegaba el momento de caer de forma lenta, lenta…

Ahí estaba, mitad niña, mitad mujer fatal con aquel rojo de labios. Recliné la cabeza suavemente sobre el borde de la bañera. Recordaba las veces que habíamos compartido ese pequeño espacio con risas y juegos. Yo te pedía que enjabonaras mi espalda y mi pelo. Después me aclarabas con la ducha muy pegadita a mi cabeza. Se sentía ese cosquilleo especial que siempre te pedía alargases por la espalda. Al final, el suelo del baño acababa empapado. Era un espacio demasiado pequeño para nuestros deseos.

El agua se había vuelto muy suave. La espuma había desaparecido y mi piel tenía un brillo especial. Entre los pies note el pequeño frasco de aceite. Todo estaba sobre mi cuerpo y tocarme me producía una extraña y agradable sensación. Pensé lo que te gustaría verme ahora.

Era el día de Reyes, no te había regalado nada. Extendí aquél aceite sobre cada centímetro de piel. Dejé caer el camisón sobre mí, la humedad le pego suavemente a mi carne. Busqué las cintas de los regalos de Reyes por la casa. Poco a poco me envolví con ellas. Las pasé suavemente alrededor de mi cintura, rodee mis hombros, baje por mi pecho, llegué hasta las caderas, los pies y até suavemente las cintas al borde de la cama. Por fin rodee mis muñecas con una preciosa cinta azul que rematé con un lazo. Sólo tendrías que tirar suavemente de ella.

Esperé…, mereció la pena.

13 de enero de 2003

3 comentarios en “Regalo de Reyes

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