Vivo hoy,
igual que lo he hecho siempre,
jugando con la edad al escondite.
Aún despierto mañanas de sonrisas,
de perezas vestidas de uniforme:
falda gris, plumier y cuello blanco.
Y disfrazo la experiencia acumulada,
con modernos vestidos de esperanzas.
He tirado los ocres desalientos,
de abrigos y viejos chaquetones.
No hay grises ni sepias en mi armario.
Así me encuentra la calle al mediodía,
vestida de música turquesa y agua fucsia,
un rebelde vestido transparente,
de viejas ilusiones olvidadas,
empuja por salir, susurra… llama.
No encuentro al tiempo en las arrugas,
son el dulce recuerdo de vivir
impreso para siempre:
modelando mi cara.
En los ojos…
¡Fuera gafas de Sol!
No hay que ocultar nada.
11 de abril de 2003
valiente y genial
En este poema la decisión gana a la nostalgia. Los recuerdos estan ahí, pero el presente descubre su voluntad y su fuerza. Sí, no hay que ocultar nada.