RETO DE ÁNGELES // QUIZÁ OTRO AÑO
Aquella mañana el andén estaba más vacío que de costumbre. Poca gente trabaja el 26 de diciembre. Los ladrillos blancos de sus pasillos le hacían parecer un antiguo hospital de guerra. En el silencio, aquellos pasos retumbaban agregando al ambiente un punto de angustia.
Después de un corto trayecto en la camioneta y varios transbordos llegue al andén. Hoy, el tiempo de espera entre los trenes era mayor y tuve tiempo de mirar a mi alrededor sin tener que abrirme paso entre la gente adormilada.
Los trenes eran de cercanías, mitad metro mitad tren, de esos que llevan al extrarradio de las grandes ciudades.
Anduve despacio, adelantándome por las vías un poco más de lo habitual. Me paré a curiosear un tren de aspecto diferente. Estaba parado en lo que parecía una vía muerta. En su exterior ponía algo parecido a «Grandes Expresos…» Sus puertas abiertas eran una provocación. En su interior parecía haberse detenido el tiempo.
Se veían pequeñas mesas con lamparillas encendidas. Sentadas ante ellas había hombres vestidos elegantemente y mujeres bien arregladas, ninguno de ellos parecía mostrar el cansancio propio de esas horas de la mañana. Parecían felices, sonreían y hablaban animadamente. Las luces esparcían un color rojizo que todavía hacía más acogedor el interior del vagón.
Era fácil. No se veía a ningún revisor. Con un rápido movimiento estaría dentro sin dificultad. Sin duda ese tren debía ir a algún lugar lejano y desconocido. Me sentaría entre aquella gente, sería un de ellos. Mi ropa no estaba vieja, no desentonaría entre ellos. Empezaría una nueva vida.
Durante unos instantes pensó en su familia. No era feliz. Tampoco sería tan trágico. Sus hijos ya no eran niños. La mayor se casaba dentro de tres meses. Poco la vería a partir de ahora. Y los demás tenían ya un trabajo seguro.
Las sonrisas del interior y el suave olor a café invitaban cada vez más a decidirse.
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Las 8:30, se me ha hecho más tarde que nunca. Hoy no cojo la camioneta de las nueve. Odio tener que subir andando hasta casa.
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Durante el resto de su vida, cada día, en aquella estación, se preguntaría si fue cobardía o exceso de responsabilidad. Y cada 26 de diciembre cuidaba especialmente su aspecto y sus ropas. Siempre creyó en los milagros.
26 de diciembre de 2002
Si, Pilar ya ha pasado tanto tiempo… la verdad es que el tiempo es algo que se nos va de las manos sin darnos cuenta. Habrá que vivir lo más intensmente posible para retenerlo.
Gracias por pasar por aquí, pararte y leer. Un beso fuerte
Olga
¿Tánto tiempo hace ya? … Sí, me parece recordar el texto; un placer volver a leerlo desde la distancia.