La Casa Encantada

Dejo aquí este texto que escribí hace ya bastante tiempo y que en su día dediqué a Alena después de estar un tiempito sin escribir demasiado. Me apetecía mucho ponerlo aquí y volver a dedicarselo. 

Para Alena

LA CASA ENCANTADA

Sentada en el salón, abrazada a una manta, saboreo esta mañana de gripe oportuna en fin de semana. Paseo la mirada por mis viejos muebles y mis cosas de siempre, sobrevivientes mudos y un poco gastados de varias mudanzas. Quizá por que ellos no están acostumbrados a verme a estas horas en casa, no se dan cuenta de seguir aparentando ser «sólo muebles y cosas» y se muestran como cuando nadie les ve, dejando salir de su disfraz de madera la vida que, quizá un adelantado aprendiz de «Gepeto», les dejó escondida entre sus tablas. Les observo de reojo por encima de mis gafas mientras escribo quieta, muy quieta para no molestarles, para no romper el misterio y dejar que sigan llenando de vivencias y amores un espacio que ya es más de ellos que mío.

A mí alrededor cada cosa que miro parece decirme que está ahí, por qué debe estar ahí. Que ése es su lugar. Que nada sería igual, que todo cambiaría si no estuviera. Me dicen que esa planta es amiga de aquella foto. Y que no es por azar que caiga suavemente sobre ella, sino que, consciente, arropa con sus hojas esa carita que le dice cada día bajito: «crece».

En silencio, escucho a mis plumas en el secreter…,

entre ellas se dicen, nerviosas: «va a elegirme a mí».

Me hablan sus formas: unas sobrias, románticas otras,

esperan pacientes que alguna coincida con mi estado de animo,

con mi ir y venir por la vida como auténtica loca:

reviviendo añoranzas, renovando deseos,

esperando emociones que si no hay…: invento.

En su interior encierran «azules»,»violetas»,»cristales»,»burbujas»

y ¿quién sabe?, puede que algún día

encuentre en su cuerpo más de mil boleros.

Miro los libros, tan juntos, tan quietos.

Uno sobre otro por falta de sitio.

Anudando crímenes y amores…, asesinos abrazando poetas.

¿Se habrán hecho ya amigos Bradbury y Neruda?

¿Qué le habrá contado Conan Doyle a Bocaccio?

¿A quién habrá amado una y otra vez Justine esta noche?

Y mirando veo entre las sillas, esas que un buen día, loca de mí, tapicé de blanco como las de aquella revista, una que luce orgullosa una mancha rebelde. Le cayó en Navidad mientras todos reíamos y desde su sitio, presidiendo la mesa, se resiste a cualquier quitamanchas. Es como si nos dijera: «Aquí se sentó por primera vez la pequeña de la casa: este es su sitio, soy suya para siempre».

Y aquí sigo quieta y callada: que nada interrumpa la magia, que nadie descubra la «vida secreta» de esta y otras casas.

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