De un tiempo a esta parte, me encuentro a mi misma observando mucho más el mundo que me rodea. Pienso que tal vez sea cosa de la edad, o simplemente de las circunstancias. De cualquier forma, me gusta. Observar y quedarse ahí, puede estar bien, pero observar y reflexionar, creo yo, es un paso adelante. Y… si la edad o las circunstancias le hacen a uno, una en este caso, andar por los caminos de la reflexión, bienvenidos sean, la edad y las circunstancias.
Últimamente, viajo a menudo por motivos de trabajo. Es un privilegio, al menos para mí, conocer otras ciudades, otros entornos, otras costumbres, en resumen otras formas de vida o de ver la vida. Si puedo escoger, viajo en tren. Prefiero viajar a que me desplacen en un “pis pas” a golpe de motor y susto contenido por descubrir si al llegar voy a poder ponerme mi ropa y pintarme con mis potingues o voy a tener que ir corriendo a comprar algún recambio rápido hasta que la compañía de turno encuentre mi maleta.
Como decía, prefiero el tren. Es un lugar magnífico de observación. Atravesar vagones hasta el coche restaurante es un paseo “Express” por la vida. Ya los que diseñan los trenes tienen claro que son muchos menos “los elegidos”, y las plazas “preferentes” son infinitamente menores que las normales. En mi camino hacía el “café y tostada, por favor” he podido ver de todo. Niños jugando, leyendo, dando la lata al de al lado, jóvenes embebidos en sus consolas de mano como si ésta fuera “Claudia Schiffer“ ejecutivos con sus portátiles, señoras y señores “durmiéndose” tan ricamente la película, etc. y siempre me hago la misma reflexión: todos, parece al menos, (ya sé que en muchas ocasiones la procesión va por dentro), todos, los de preferente, igual que los de turista están disfrutando de algo que les hace sentirse protagonistas de ese momento, de ese viaje. Unos disfrutan del silencio y atenciones, otros de la compañía de su amigo, pareja, hijos, o en solitario, buscan ese momento mágico en el que uno se inventa y reinventa su vida como un viaje que uno puede o quiere construir. Y café en mano, entre vaivenes que trato de controlar para evitar la mancha de turno, me doy cuenta de que la aventura está, en descubrir en cada uno, como decía sabiamente Paúl Elouard: “Hay otros mundos, pero están en este”.