Ya que así me miráis, miradme al menos
Gutierrez de Cetina
Otras veces los encontré monótonos.
Como el aroma que deja el silencio
después de una noche de fuego fatuo.
Los sentí displicentes, y su pulso
no me entregaba más que la ironía
de encontrarse ahogado por un cordón
de zapato. Los quería conmigo,
a mi lado. Para jugar al Tute,
por ejemplo. O al Parchís, o a las Damas.
Para resistir mejor a la pereza
de otro día insolente que se escurre.
Mira que los he provocado con chispas,
con burlas y con tirones de pelo.
Mira que los he tentado con besos.
Incluso, me disfracé de payaso
por ver si despistaba su estupor.
Pero no bastaron juegos de mesa,
ni esa nariz ridícula y chillona.
De pronto hoy es enero, me parece,
y siento que vuelven a conversar
sobre la almohada tibia de tu gesto.
Encienden lumbre, preguntan mi nombre.
Les ofrezco otra mirada, ya fuera
de mi caduco y torpe embotamiento.
Me llevan hasta la despensa efímera
donde yace la ingenua transparencia.
Entonces se acrisolan como el oro.
Ya no buscan, no pueden resistirse.
Hoy es enero, lo vivo con ganas.
Tus ojos nacen. Y parten de cero.
Me enseñan el cáliz de la indulgencia.
Se abren casi estallando a la vida.
Como alegres chinchetas de colores,
se adhieren a mi piel, a mi latido.
Escucho lo que ya no puede verse.